Sucedió el miércoles.

La única cosa emocionante de esta semana fue cuando justo a la mitad atinaste a llamarme justo a la hora en que le indicaba a mi taxi mi dirección y sugeriste que cambiara la instrucción a la tuya. Luego me dejaste ponerme tu pijama y tus pantunflas y a mitad de la noche te levantaste para conseguirme otra cobija y me dijiste que no hacia tanto frío que seguro me faltaban vitaminas. Yo alcance a medio sonreir y decirte que la vitamina estaba entre tus brazos. Fin.

De esos días en que uno duda eso de que lo que no mata fuerza te da...

y te fuiste...

“…miénteme, dime que volveremos a pasar fines de semana juntos, tirados en el sillón de tu sala viendo la tele, que vamos a compartir la misma cobija para cubrirnos las piernas, que me vas a preparar el desayuno y yo te prepararé la cena… que cocinaremos hot cakes así sean las tres de la tarde, que después nos iremos a tu cuarto y que me quedaré dormida mientras tu miras el futbol, que luego me vas a despertar con el ritual del beso en la frente cuando terminen tus sagrados noventa minutos, que me dirás que tienes hambre y que yo te diré que no quiero cocinar… que saldremos en chanclas a buscar algo de cenar y que regresaremos a dormir en el desorden de tu cuarto y que mil veces y una mas pelearemos porque yo quiero la ventana abierta y tu la prefieres cerrada, para que al final y como siempre se quede entreabierta… que me abrazaras mientras me quedo dormida y luego me darás la espalda… que luego te despertaré poniendo mi mano en tu entrepierna e inventaremos el amor…aunque sepa que después terminaras cerrando la ventana”

Te me quedaste mirando fijamente sin decir palabra, luego apenas y pudiste decir “no te gustan las mentiras” me acariciaste el cabello y me dijiste que te irías apenas me quedará dormida…