La música, la tele, el ruido de la lavadora,el ruido del teclado.

El ruido del vidrio de la mesa que choca con el vidrio de la copa.

En días como hoy amo esta soledad.

Después de todo no fue tan malo abrir un poquito mi corazón y decir que ya no quiero más un papel de relleno.

Just dont let me down...

Jueves de admitir que estoy enamorada de tu gusto exquisito.

Lunes que parece domingo y la verdad que yo amo los lunes tanto como odio los domingos.

Sola

Tenía mucho tiempo de no pararme en una tortillería. De camino a casa no sé si lo hice porque en verdad se me antojo una tortilla recién salida de la maquina o la especie de regresión que me provocó.

Parada allí, con solo dos personas frente a mi pensaba que seguramente la niña que compraba dos kilos y que aún vestía su uniforme de secundaría, tendría un montón de familia. La señora que llevaba su servilleta de tela blanca me recordó tanto a mi mamá.

Por dos segundos pensé que cada una por su lado llegaría y se sentaría en la mesa con su familia, mientras yo sólo pedía cinco pesos de tortillas para comer sola y mientras veía que eran como veinte tortillas pensaba que seguramente se me echarían a perder, pero ni modo de pedir sólo dos tortillas, como hago en el super con los bisteces o el jamón.

En mi larga caminata para llegar a casa me pregunté si en verdad me gusta estar así de sola. Y con sola quiero decir no sentir, por mucho que lo intente, un calor de hogar. De pronto recordé de cuando niña peleaba con mis hermanas jugando, o de cuándo mamá le hacía su comida favorita a alguna de ellas dos y que hubo ocasiones que deseaba ser hija única. De pronto extrañé pelearme con la menor por agarrar mi ropa o mis aretes o mis libros o mi pluma o mis kleenex de dibujitos. Al abrir la puerta y ver que todo estaba tal como lo había dejado apenas unas horas atrás, me hicieron tanta falta. Antes me enojaba hasta de que mi mamá recogiera mis cosas. Y me volví a preguntar si en verdad siempre quise estar tan sola. Y me respondí que finalmente es lo que he ido buscando, que debería sentirme bien porque siempre quise tener mi propio espacio, dónde nadie se metiera, ni nadie recogiera ni nadie tocara mis cosas. Ahí lo tenía. Me sentí tan egoísta. Y sola.

Lo bueno es que después de vivir año y medio en el mismo lugar, por fin sé dónde hay una tortillería. Aunque mi vida de oficinista no me permita ya, irme a formar para comprar un kilo o dos, con mi uniforme de secundaria ni llegar a comer con mi familia.

Esto es algo muy parecido a lo que alguna vez ya sentí y estoy aterrada.

Fin de semana largo

9:27. Domingo.

Sola.

Ya pasaron dos noches y una pregunta me sigue dando vueltas y vueltas...

¿y al final, no sientes un vacío?